11 de Enero
Yo, de mayor, quiero ser monja, decía Virginia desde su más tierna infancia pero ya se sabe que una cosa piensa el burro y otra el que lo va arreando. Su padre determinó que se casara con un tal Gaspar Grimaldi, que resultó ser un vividor, amante del juego y otros vicios.
Quedó viuda y con dos hijas con tan solo 20 años. A partir de ahí vivió dedicada al cuidado y educación de sus hijas y a la oración y obras de caridad en casa de su suegra.
Una vez casadas las hijas, Santa Virginia convirtió la casa de la suegra en un convento, dedicándose enteramente al cuidado de los niños abandonados, de los ancianos y de los enfermos. Tras el fallecimiento de la suegra se dedicó también a buscar a las chicas que se encontraba en los barrios de prostitución, sacándolas de esos ambientes.
Fundó las Cien señoras de la Misericordia protectoras de los pobres de Jesucristo que se dedicaron a visitar y atender a los necesitados casa por casa. En tan solo tres años llegaron a tener 300 personas acogidas.
Aunque muchas de las señoras abandonaron la asociación de ella surgieron dos congregaciones religiosas y nuestra santa fue a ocupar uno de los últimos lugares pero el primero en la oración y en la atención a los abandonados.
Felicidades a las virginias que celebran hoy su santo.
Celes Tino
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