San DANIEL
Daniel fue llevado a Babilonia cuando Nabucodonosor, (¡bonito nombre! ¿verdad?) conquistó Jerusalén.
Como se trataba de un joven inteligente y con un montón de cualidades entre las que destaca su fe, el rey lo hizo educar en todas las ciencias conocidas de su país.
Cuando aún era un jovencito le tocó salvar de la muerte a la señora Susana, acusada falsamente por dos viejos verdes, a quienes Daniel tendió una trampa y cayeron en ella como las moscas en la miel.
Años después fue acusado ante el rey de adorar a Dios desobedeciendo el decreto real; muy a pesar suyo, Nabucodonosor, tuvo que hacerlo echar en un foso lleno de leones hambrientos. Los leones se hicieron amigos suyos y jugaban con él. Al cabo de tres días, cuando el rey vio lo que pasaba, hizo sacar de allí a Daniel y mandó para el foso a sus acusadores. Allí fue Troya, aún no habían llegado al suelo y ya se los habían zampado los leones con zapatos y todo.
Dios le concedió a nuestro santo una sabiduría como la de Salomón y se convirtió en consejero del Reino, además era capaz de interpretar sueños y le anunció al rey que Dios había determinado volverlo loco por todo el mal que había hecho. Gracias a su intercesión se libró de perder la chaveta a cambio de dar abundantes limosnas a los pobres
Para no hacerme muy pesado terminaré diciendo que llegó a ser primer ministro de cuatro reyes, a saber, el ya conocido Nabucodonosor, Baltasar, Darío y Ciro, pero sobre todo fue un gran profeta y un gran santo.
Recomiendo leer su libro, que se llama libro de Daniel curiosamente, en la Biblia. Es un pelín largo pero muy ameno, con algunos pasajes de lenguaje enrevesado (esos os los podéis saltar).
Bueno, pues felicidades a los que llevan el nombre de Daniel, que son muchos porque últimamente está de moda.
Celes Tino
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