San RICARDO de CHICHESTER
Hace un par de días hablábamos de un gran obispo, San Hugo, hoy le toca el turno a otro, San Ricardo de Chichester tan poco conocido como gran santo.
En una época en que los obispos son lores y los monjes viven en el lujo más escandaloso chocan por completo con la forma de vivir de este campesino que no está dispuesto a jugar a favor de la injusticia y la desigualdad.
Nombrado obispo de Chichester por el arzobispo de Canterbury, el rey Enrique III dice que un jamón. Al rey le estorba nuestro santo porque sabe que no le va a permitir quedarse con el dinero de los erarios eclesiásticos. A pesar de eso el Papa Inocencio IV confirma el nombramiento y él mismo consagra obispo a Ricardo.
El rey está que se sube por las paredes hasta que da un puñetazo en la mesa y manda cerrar el palacio episcopal y prohíbe darle a Ricardo techo o dinero.
Cualquiera lo hubiera mandado todo a la porra pero nuestro santo no. Se convierte en obispo misionero, recorrerá la diócesis a pie, visitará las casas de los pescadores y de los humildes y compartirá con ellos el alimento.
No tiene nada excepto la libertad de los hijos de Dios, por eso condena los abusos de poder, las injusticias y todos los vicios de la época y, a pesar de los pesares, saca adelante unas constituciones que serán la base para la nueva pastoral de los obispos y el clero.
Muere en una casa asilo para peregrinos y curas pobres en 1235. No importa, ligero de equipaje se llega antes al cielo.
Celes Tino
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